'Tras los pasos de Renoir': Cuatro días en París.

Los ganadores del concurso "Tras los pasos de Renoir" nos cuentan sus viaje a París.

Conocíamos un poco París y siempre hemos querido volver pero no encontrábamos el momento; ¿qué mejor excusa que te regalen el viaje, tres noches de hotel, una cena y un pase de museos? Sólo había que buscar una buena fecha y la encontramos. Septiembre es uno de los mejores meses para visitar París: los árboles empiezan a ponerse otoñales pero la temperatura es muy agradable y la lluvia es sólo intermitente. De hecho tuvimos fresquito, calor, lluvia y unas nubes preciosas que crearon un cielo totalmente 'velazqueño' (tratándose de un viaje tras los pasos de un pintor era lo más adecuado).

El hotel estaba en el barrio de Montmatre, lo que nos ha permitido conocerlo bastante bien. Un inciso: aconsejable comprar el 'Paris Visite', que te permite usar todos los transportes públicos. Nosotros lo compramos en Madrid, aprovechando que fuimos a recoger el regalo a la Oficina de Turismo de Francia, lo que nos permitió utilizar desde el principio el tren a París desde el aeropuerto, metros, autobuses, incluso el funicular de Montmatre que te evita muchas escaleras. Lo primero que vimos fue el 'Moulin Rouge' y después el Montmatrebus nos hizo un recorrido por tan típico y ambientadísimo barrio. Por cierto, allí está el café de Amelie (Café des 2 Moulins), para los que hayáis visto la película.

La tarjeta de museos nos permitió sumergirnos por dos días en el arte:

• El museo del Louvre es impresionante, no sólo por las magníficas pinturas, esculturas, momias egipcias, objetos decorativos, etc. sino por el edificio en sí; una visita agotadora pero muy enriquecedora.
• El Museo Orangerie, más manejable, con cuadros impresionistas y, sobre todo, las salas dedicadas a lo nenúfares de Monet, con mucha luz que te hace apreciarlos maravillosamente.
• El Museo Orsay, aquí puedes disfrutar de los impresionistas en todas sus etapas; por supuesto, buscamos el cuadro de Renoir: 'El Moulin de la Galette' con unos colores preciosos.
• También vimos el Centro Pompidou, subimos al Arco del Triunfo para ver las vistas desde todos los puntos cardinales y algunas visitas más, muy rápidas porque nos faltó tiempo.

Aparte de culturizarnos y de pasear o dejarnos transportar disfrutamos de la gastronomía francesa, que no necesita explicación porque es de sobra conocida y apreciada. Mención especial merece la cena de regalo en 'Moulin de la Galette' que fue muy completa. El restaurante es bullicioso, turístico y divertido; buscamos el famoso jardín pintado por Renoir y muchos otros artistas, pero un camarero muy amable nos explicó medio en español medio en inglés (¡tenemos que aprender francés ya!) que habían construido pisos en gran parte de lo que fue el jardín y ahora se les ha quedado en un espacio muy pequeñito que nos enseñó y que estaban arreglando, por eso no tenían puestas mesas para comer. También nos explicó lo que era una 'galette' y nos contó anécdotas de los artistas en la época dorada del sitio.

 En conclusión, muchas gracias de nuevo por el regalo y como decían en la película... siempre nos quedará París.